El Xoloitzcuintle, también conocido como Xolo, ha sido objeto de veneración desde épocas prehispánicas en México. Esta raza de perros, caracterizada por su apariencia única y sin pelo; a pesar de los años, estos perros continuan vinculados a creencias espirituales que los consideraban guardianes de los espíritus y guías para las almas en su travesía por Mictlán, la ciudad de los muertos.
En la mitología ancestral, los Xoloitzcuintles desempeñaban un papel vital al ayudar a las almas a cruzar un extenso río en el inframundo. Asociados con Xolotl, el Dios de la muerte, se creía que debían ser tratados con bondad para asegurar un paso armonioso a la otra vida.
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Además de esta rica leyenda, se cree que los Xolos poseen poderes curativos. La tradición sostiene que su calor ayuda a aliviar dolores musculares y articulares, reduce la inflamación causada por problemas digestivos y actúa como remedio contra el reumatismo, cólicos y dolores de estómago. Estos beneficios difieren de las creencias virreinales que empleaban ingredientes como hiel, orina y huesos de los canes para tratar padecimientos como la caspa y la caída del pelo.
En las comunidades originarias, los perros tenían un papel crucial en la salud, ya que tocar a los Xolos se creía que transfería males que, de no hacerlo, podrían resultar en enfermedades graves o fallecimientos. Este concepto estaba relacionado con el llamado "aire", que se creía que podía ser perjudicial al pasar por ciertos lugares.
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Aunque la tradición popular destaca las propiedades curativas de estos perros contra el "aire", hoy en día, los Xoloitzcuintles se utilizan como compañía para personas alérgicas y participan en diversas terapias donde el contacto es esencial. Funcionan como modernos terapeutas, mejorando la calidad de vida al interactuar con las personas y ofrecerles su afecto.
De hecho, en una icónica pintura de Frida Kahlo recostada en su cama, la presencia de estos perritos se ha vuelto muy simbólica. En la obra, la expresión de Frida refleja el dolor de su cuerpo cansado, sugiriendo que ella era consciente del poder de los Xoloitzcuintles y los utilizaba como apoyo para enfrentar sus desafíos y dolencias.
Los Xoloitzcuintles son leales compañeros, con su simple presencia, ofrecen consuelo y afecto, demostrando que su papel va más allá de la antigua creencia espiritual, convirtiéndolos en terapeutas peludos en la vida cotidiana.